Escribiendo
Ciencia ficción, fantasía, misterio, aventura, esos son los géneros por los que me muevo.
Ciencia ficción, fantasía, misterio, aventura, esos son los géneros por los que me muevo.
H. G. Wells, Robert E. Howard o Arthur Conan Doyle son algunos de los autores que he traducido.
Desde 2009 realizo labores de selección, edición, maquetación y diseño de portadas.
La imagen con la que se abre esta entrada está tomada del último arco argumental del Sandman de Neil Gaiman, The Wake (El velatorio), donde entre otras cosas asistimos al funeral de Morfeo1. Lógicamente, el funeral del Señor de los Sueños tiene lugar en un sueño, en este caso un sueño compartido por todas las
Es una cuestión que me surge de vez en cuando en comentarios que veo de lectores o en preguntas que me hacen directamente o en intervenciones en las RRSS. La última ha sido recientemente y de un modo y en un tono un tanto lamentable, pero sobre eso prefiero correr un tupido velo y limitarme
Cada temporada de «24» es un día en la vida de Jack Bauer, agente antiterrorista de Estados Unidos. A lo largo de ese día deberá evitar la materialización de una amenaza terrorista para su país y para ello tendrá que enfrentarse a menudo a la propia organización para la que trabaja, la cual como ciega
Procuro no entrar en estas polémicas en las redes. Me refiero al tema de las llamadas «IA generativas» y lo buenas o lo malas que son, lo éticamente correcto o incorrecto que es usarlas. No porque tenga una posición equidistante al respecto (que no la tengo, como podéis comprobar leyendo esto), sino porque no me
Allá por 1993 escribí una novelita protagonizada por Sherlock Holmes bajo el título de La sabiduría de los muertos. Era, en realidad, una novela corta casi en la frontera de la novela completa, unas 45.000 palabras. Se escribió (el reflexivo es deliberado, porque a veces, en efecto, tengo la sensación de que se escribió sola
«Cuidado con las citas en internet que las carga el diablo», podría ser una buena advertencia. Y, en este caso concreto, una muy buena. Hace poco, el lector y aficionado a la obra de Robert E. Howard Jairo Pinto contactó conmigo para comprobar la veracidad de una cita conanesca. Se trataba de algo que, al
Una de las consecuencias de haber retomado mis paseos matutinos (además de, espero, ir perdiendo peso poco a poco) ha sido la de intentar ponerme al día con el montón de lecturas atrasadas que tengo… aunque sin leer ni una palabra. En los últimos años (desde poco antes de la pandemia) he descubierto que cada
1. PINTÁNDOME UNA DIANA Soy muy consciente, vista la forma irracional en la que se está tratando este asunto, de que al escribir este artículo me estoy pintando una diana en la frente. Y es algo que no deseo, de verdad. Me encantan la tranquilidad y el buen rollo. Pero… Pero hay ciertas cosas que
No es mi intención hablar de Howard como autor de ciencia ficción, aunque se podría defender la idea[1]. No solo porque escribió unos cuantos relatos (y una novela inacabada) que se pueden encuadrar sin problemas en el género, sino porque su fantasía, empapada de materialismo, a menudo era ciencia ficción más o menos camuflada, algo
En 1961, en las páginas del fanzine Amra, Michael Moorcock pide una denominación para el tipo de relatos que escribía Howard y sugiere (nunca he tenido claro si por ignorancia o por mala baba[1]) «fantasía épica», término inadecuado donde los haya para describir la narrativa fantástica del autor texano. Leiber responde poco después en la
A los veintipico años el libro que más veces había leído, con diferencia, era El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien. Mi segundo libro más leído posiblemente también fuese uno que guardaba relación con la Tierra Media, pero no lo había escrito Tolkien, sino un tal Robert Foster y se traba de
En 2018 empecé a escribir una novela que aún no tenía título pero a la que llamaba internamente «Mi Señor de los Anillos», como refleja el nombre de los archivos con las primeras versiones de la novela. No era fantasía (o literatura de lo maravilloso, según la clasificación más racional que propone Fernando Ángel Moreno
Es el cine, y no la literatura, el responsable de mi primer encuentro con Tom Sawyer; sospecho que gracias a la versión de 1938 dirigida por Norman Taurog (y dicen que George Cukor de tapadillo) y que debía de ser la que pasaban por la tele cuando yo era crío, allá por los años setenta.