Encontrarme con nuevos pastiches de Sherlock Holmes escritos por autores españoles siempre me llena de alegría. Descubrir, encima, que en este caso el autor es asturiano, me hace sentir menos solo. Y si además son buenos, no puede haber mejor forma de empezar el año.

Franco Torre, natural de la Langreo, ha publicado en Orpheus Ediciones Clandestinas dos novelitas cortas holmesianas que son, además de una evidente declaración de amor por las creaciones de Arthur Conan Doyle, un canto a la novela de aventuras y a la literatura pulp.

Han aparecido en la colección Miniclandestinos, que por formato y por diseño recupera la apariencia de aquellas viejas novelas de a duro que poblaron los quioscos españoles (e hispanoamericanos) en tiempos pasados. El diseño de la colección es una evidente declaración de intenciones: amor por la literatura popular, por el pulp, por la aventura sin concesiones ni excusas.

La liga de los teclistas barbudos y su continuación, El presunto emperador de Manchuria, encajan perfectamente con esa idea. Aunque publicadas de forma independiente, en realidad ambas historias componen una única novela. Podríamos decir que La liga de los teclistas barbudos funciona a manera de prólogo de la siguiente, estableciendo ciertas premisas (que dinamita justo al final, de un modo maravillosamente sencillo y eficaz) y dejando preparado el terreno para la siguiente etapa.

La primera entrega, de un modo muy inteligente, sigue de cerca los esquemas del canon holmesiano, usando al bueno de Watson como narrador (un poco más sicalíptico de lo que Conan Doyle nos tenía acostumbrados) y enfrentando al detective a un misterio que debe resolver, como no podía ser menos, con sus habituales dotes de deducción y observación.

La segunda da un salto de varios años y nos traslada a 1893, en medio de lo que los holmesianos conocen como «el gran hiato», el periodo, entre 1891 y 1894, en el que el mundo dio por muerto a holmes y este, bajo la identidad del explorador noruego Sigerson, recorrió buena parte del mundo oriental.

Como muchos otros autores holmesianos, Torre no se resiste a la tentación de dar su propia versión de lo ocurrido en ese periodo. No seré yo tan hipócrita de reprochárselo. Además, el escenario que plantea (que entronca perfectamente con la primera entrega y resuelve los cabos sueltos que esta dejaba) resulta muy interesante y está lleno de deliciosos guiños y referencias al pulp y la aventura. A lo largo del texto flotan, ligeras pero evidentes, las sombras de Sax Rohmer, Bram Stoker y Alex Raymond, entre otros, junto a momentos que inevitablemente nos recuerdan ciertas entregas de la saga de Indiana Jones. De hecho, si La liga de los teclistas barbudos es un policiaco clásico, El presunto emperador de Manchuria es pura aventura sin descanso, al estilo del mejor pulp. El cambio de registro (logrado, básicamente, mediante el uso de diferentes narradores en cada entrega, siempre en primera persona) está tan bien hecho que, como decía al principio, se pueden leer ambas novelitas como si fueran una sola.

Es lo primero que leo de Franco Torre y espero que no sea lo último. Tenemos aquí a un narrador de buen pulso, que sabe dar el tono adecuado a cada historia y que maneja perfectamente el tempo narrativo. Confieso que tengo ganas de leerlo en distancias más largas, a ver qué tal se maneja.

Sospecho que bien.