En setiembre de 2018 empecé a escribir lo que luego sería El hueco al final del mundo, aunque por aquel entonces era una novela sin título contenida en un fichero de nombre «misenordelosanillos.docx». El nombre se debía a la decisión que había tomado semanas antes de intentar escribir, aunque como ciencia ficción y no como fantasía, algo que en cierto modo evocase a la obra cumbre de Tolkien en cuanto a alcance, ambición y detalle en el escenario y longitud. Dicho de otro modo, quería escribir una novela-tocho de ciencia ficción con gente viajando, numerosos personajes y un worldbuilding lo más detallado posible.

Había cumplido los cincuenta y tres y sentía la necesidad de crear algo que fuese, parafraseando a Justin Hammer, el villano de Iron Man 2: «My Eiffel Tower, my Rachmaninoff’s Third, my Pieta. Completely elegant. Bafflingly beautiful». O en román paladino, mi puñetera obra maestra.

O al menos intentarlo.

Un año más tarde, cuando tras diversas versiones y varios borradores llegué a tres cuartas partes del final (para entonces la novela tenía unas 1.200 páginas) tomé la decisión de iniciar su publicación en 2020. Tenía claro que sería imposible publicarla en un solo tomo (al final iba a rondar las 1.600 páginas), así que decidí partirla en cuatro volúmenes e ir publicando uno al año. A ese ritmo, tenía casi cuatro años para escribir el cuarto que me quedaba pendiente. Muy mal se tenía que dar la cosa para no conseguirlo.

Así, en primavera de 2020 apareció La simiente de la Esquirla y, con la misma puntualidad, lo haría El verde entre las sombras en la misma estación de 2021.

En cierto momento estuve a punto de arrepentirme de haber iniciado la publicación de la novela antes de haberla terminado. En 2021 me encontré atrapado en medio de un bloqueo creativo que me duró más de un año y que me dejó, a poco más de doscientas páginas del final, incapaz de seguir adelante.

Tenía margen, por supuesto. Los cuandos del ahora, la tercera parte, estaba terminada y en proceso de revisión y no saldría hasta 2022, así que tenía un par años para salir del bloqueo y rematar el cuarto y definitivo volumen, previsto para 2023.

Y sí, salí del bloqueo.

En primavera de 2022 empecé poco a poco a escribir de nuevo y para finales de junio de ese año había rematado la primera versión de El rostro del vacío, donde finalizaba la historia. Quedaba abundante labor de revisión y corrección, pero lo más difícil estaba hecho.

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Pero si bien en esos cuatro volúmenes estaba contenida la novela completa, todo lo necesario para que los lectores pudieran disfrutarla sin problemas, a lo largo de esos cuatro años fue naciendo otro tipo de material que, en cierto modo, la complementaba.

Era un material no necesariamente apto para todo el mundo. Hay lectores que con la novela tienen más que suficiente y no necesitan material extra que amplíe su conocimiento del mundo donde esta se desarrolla. A otros les puede interesar eso, pero no tienen el menor interés en conocer los intríngulis del proceso creativo.

Y ese material extra iba precisamente de esas dos cosas.

Así nacen Las crónicas de Duniya y El largo y tortuoso camino.

El primero incluye una crónica del mundo ficticio que creé para El hueco al final del mundo y en ella se narran los seis mil años transcurridos entre el Fin de la Era de las Ciudades (nuestro futuro cercano) y el inicio de la novela, más de seis mil años después y con varios cataclismos de por medio. Añadí además los apéndices que fui creando mientras escribía la novela (cronología, lenguajes, ciencia y tecnología, sociedad) donde se veía con cierto detalle el worldbuilding que había detrás.

El segundo es una descripción pormenorizada del proceso de creación de la novela, los problemas que me encontré en cada paso y el modo en que los fui resolviendo. También incluye diversas secuencias eliminadas (o muy alteradas) de la versión final de la novela. No contento con eso decidí incluir una tercera sección en la que hablaba del proceso de creación de otros universos ficticios míos, como El adepto de la Reina, o El ciclo de Drímar, aunque de un modo menos detallado que en la parte inicial dedicada a Duniya.

Si los volúmenes que componen la novela en sí (tres ya en la calle, el cuarto preparado para salir a principios de 2023) han tenido unas ventas discretas (aunque una buena recepción crítica), sospecho que los dos volúmenes extras van a tener menos éxito aún.

¿Por qué escribirlos, entonces? ¿Para qué publicarlos?

Lo primero fue una necesidad. A medida que iba dando forma a la novela, iba también creando el mundo. Desarrollar de forma pormenorizada su pasado, tener claros qué acontecimientos sucedieron y cuándo, quién estuvo involucrado, por qué pasaron y qué consecuencias tuvieron me ayudaba a ver con más claridad el presente de la novela y a comprender mejor por qué las cosas eran como eran y sucedían como sucedían. Del mismo modo, ir creando los diversos lenguajes, trazando el desarrollo tecnológico de las distintas naciones, decidiendo cuáles eran sus sistemas políticos, sus creencias religiosas, sus supersticiones, las formas de arte en las que destacaban… Todo eso también me ayudaba a ver con más claridad lo que estaba escribiendo. Cuanto más densa fuese la estructura del escenario, más fácil me resultaría, como narrador, mover mi piezas por el tablero.

Por supuesto, de todo ese trabajo, y siguiendo la vieja regla literaria del iceberg, menos de un 10% asoma en la novela. Pero, aunque el lector no lo vea en ella, era necesario crearlo para que las cosas funcionasen.

En cuanto a El largo y tortuoso camino, soy de esos escritores que no pueden evitar reflexionar sobre lo que escriben y soy de esas personas que como mejor reflexionan es por escrito. Igual que necesité un worldbuilding lo más detallado posible, necesitaba explicarme a mí mismo cómo había creado la novela y por qué había tomado ciertas decisiones.

Vale, me diréis, eso explica por qué tuviste que escribir esos dos libros. Pero ¿era necesario publicarlos?

No.

Tampoco era necesario publicar la novela. Como no lo era publicar nada de lo que he escrito a lo largo de mi vida. No hay nada «necesario» en la literatura o en el arte. No son imprescindibles para la vida; ni siquiera lo son para encontrarle sentido (entre otras cosas, porque no lo tiene, más allá del que nosotros mismos decidamos darle).

Así que no, no era necesario.

Desde otro punto de vista, sí que lo era. Desde uno muy personal. Necesitaba escribir esos libros. Y no concibo escribir algo para luego no publicarlo. Mi impulso primario como escritor es contarme la historia a mí mismo; ser mi propia Sherezade, parafraseando al gran Stephen King. Pero lo que escribo no está completo hasta que alguien más lo lee. Mientras siga en un cajón (bueno, en un disco duro) sin que nadie más que yo lo lea, es trabajo perdido.

En este caso concreto, además, hay un componente de ego y vanidad. Me diréis que lo hay cada vez que un autor decide publicar algo porque cree que alguien lo encontrará interesante. Y tenéis razón. Pero en este caso el ego y la vanidad eran muy superiores a los normales.

El hueco al final del mundo no es mi última novela, algo que llegué a plantearme muy seriamente en los últimos años. Cuando digo que no lo es no me refiero a que tengo claro que en algún momento del futuro escribiré otra, sino a que ya la he escrito. Se llama Bajo la enseña de la Tigresa y es una nueva incursión en el mundo bárbaro de Robert E. Howard, como ya lo era La canción de Bêlit.

Pero sí tiene algo de… ¿definitiva? Es, sin la menor duda, la novela a la que más tiempo le he dedicado (técnicamente aún sigo en ello hasta que no termine de corregir los volúmenes pendientes de publicación) y en la que más he puesto la carne en el asador. A lo largo de su creación me presioné como nunca antes, tratando de llegar más allá, de escribir por encima de mis posibilidades, de ser lo más ambicioso posible en planteamiento, escenario, narrativa… No sé si lo he conseguido, pero lo he intentado.

No creo que vaya a despertar gran expectación, por otro lado, ni que se convierta en un hito de la ciencia ficción española ni nada parecido. Pero es un hito personal. Y necesito que su publicación también lo sea. De ahí esos dos volúmenes extra que detallan el worldbuilding y el proceso creativo. No son necesarios, pero necesito que existan y que se publiquen.

***

Cuando me senté a escribir esto, pretendía redactar una breve nota diciendo que en la web de Sportula están disponibles las fichas del ciclo completo, los cuatro volúmenes de la novela, y los dos complementarios, con las fichas individuales de cada uno y una previsión de fecha de salida para aquellos que aún no se han publicado.

Así que termino comentándolo y, si os apetece, os invito a que paséis y le echéis un vistazo:
https://sportula.es/series/?ID_serie=22

Nos vemos.