«Cuidado con las citas en internet que las carga el diablo», podría ser una buena advertencia.

Y, en este caso concreto, una muy buena.

Hace poco, el lector y aficionado a la obra de Robert E. Howard Jairo Pinto contactó conmigo para comprobar la veracidad de una cita conanesca. Se trataba de algo que, al parecer, el bárbaro decía en el relato «Rogues in the house» («Hatajo de rufianes» en la traducción de Spórtula) como respuesta a algo que alguien le decía. Posiblemente Nabonidus, juzgando por el escaso contexto que acompañaba a la frase.

He aquí la cita:

«If that’s true, then answer this, priest, why are we in these pits, hiding from some animal?» Conan asked «Someday, when all your civilization and science are likewise swept away, your kind will pray for a man with a sword.»

(Lo que viene a significar, más o menos: «Si lo que afirmas es cierto, sacerdote, ¿cómo es que estamos en las catacumbas escondiéndonos de un animal?», preguntó Conan. «Llegará un día, cuando toda vuestra civilización y vuestra ciencia hayan sido barridas por el tiempo, en que anhelaréis la ayuda de alguien armado con una simple espada.»)

Y, en efecto, si se hace una búsqueda de la frase por Google, en todas partes aparece atribuida a Robert E. Howard, empezando por Goodreads:

O la página de citas famosas LibQuotes:

Hasta ahí nada de especial.

Pero Jairo me comentaba que no había conseguido encontrar esa frase ni en la edición en inglés que posee (la de Gollancz en un solo tomo en tapa dura, que también tengo yo) ni en mi traducción del relato para Spórtula. Así que se preguntaba de dónde podría haber salido y hasta qué punto era cierto que se trataba de una frase de Howard.

Me encanta cuando algún lector me trae algún misterio como este, así que dejé lo que estaba haciendo en ese momento y me puse a investigar.

Jairo tenía razón: en las ediciones en inglés de «Rogues in the House» esa frase no aparece. Ni en la de Gollancz, ya mencionada, ni en la que Patrice Louinet preparó para Wandering Star (luego reeditada en rústica por Ballantine) acudiendo a los manuscritos originales de Howard. Y, lógicamente, tampoco estaba en mi traducción al castellano del relato.

Se me ocurrió que podía tratarse de una interpolación de L. Sprague de Camp quien, como sin duda ya sabréis, metió mano (a veces eran ridículos cambios de una palabra por otra, en otras ocasiones se trataba de modificaciones más profundas) en los cuentos de Howard en la edición que preparó para Lancer en los años 60. Pero revisando el texto de esa versión me encontré con que no había el menor rastro de la frase.

Me dije que tal vez el responsable no fue Sprague de Camp sino Roy Thomas, quien adaptó al cómic para Marvel el relato de Howard. Investigué también esa posibilidad con resultados negativos.

A partir de ahí se me ocurrían varias posibilidades, que le comenté a Jairo:

  • Que se tratase de una cita extraída de la versión del relato para la revista Weird Tales. No es descabellada la idea de que el editor metiese mano en el texto y añadiese morcillas de su cosecha convencido de que mejoraba el texto. Es algo que llevan haciendo los editores desde tiempo inmemorial: y a veces con motivos justificados.
  • Que fuese una frase de Howard tomada de otro relato, alguien erróneamente la hubiese atribuido a «Rogues in the House» y el error se hubiese perpetuado al copiarse acríticamente una y otra vez en las redes.
  • Que saliera de la adaptación al cómic, pero no la de Marvel sino la de Dark Horse, con guion de Timothy Truman, algo que en ese momento no podía comprobar porque no tenía a mano ese tebeo.
  • O que saliera del cómic francés de Glénat, que estaba adaptando los relatos de Howard y había publicado una versión de «Rogues in the House», bajo el título de «La Maison aux trois bandits» (La casa de los tres rufianes). Cómic que, como aún no ha salido en castellano y yo no leo en francés, no tenía.
  • La última posibilidad era que, directamente, alguien se la hubiese inventado y se la hubiese colgado a Howard. No sería la primera vez.

Jairo encontró escaneadas las páginas del número de Weird Tales donde se publicó «Rogues in the House» y comprobó que no estaba en esa versión. Fue lo bastante amable para enviármelas y mantenerme al tanto de sus posteriores investigaciones.

Al fin dio con una página donde hablaba de las adaptaciones de ese relato al cómic y se centraba sobre todo en la de Dark Horse (podéis leer la entrada completa pinchando aquí):

Y, en efecto, tal como se ve en las páginas del cómic:

Misterio resuelto, por tanto. Howard nunca escribió esa frase y, por tanto, siendo estrictos y aplicando la premisa que enunció Roy Thomas de que el único Conan «real» es el de Howard y que todos los demás son especulaciones que podrían haber pasado o no, Conan jamás la dijo.

Analizando el momento y situando la frase en el contexto de esa adaptación al cómic es relativamente sencillo ver que no solo no es de Howard, sino que no tiene demasiado sentido que lo sea. No porque no refleje el pensamiento del autor tejano, ojo, que sí lo refleja con razonable exactitud, sino por la forma en que está expresado y, sobre todo, por quién lo dice.

A lo largo de los relatos de Conan hay varias reflexiones sobre la diferencia entre barbarie y civilización donde la primera sale mejor parada que la segunda. Las dos más famosas son las de «La torre del elefante» («los hombres civilizados son más descorteses que los salvajes, pues saben que por lo general pueden ser maleducados sin que nadie les abra la cabeza») y «Más allá del río Negro» («La barbarie es el estado natural de la humanidad. La civilización es antinatural. Es un capricho de las circunstancias. Y al final siempre triunfará la barbarie.»).

La frase de Truman encaja sin problemas con las otras dos y no es ninguna traición a Howard ni a su modo de ver el mundo.

Pero… Si nos fijamos en los relatos de Conan, esas frases nunca asoman a los labios de Conan. O bien las dice el narrador, como en «La torre del elefante», o bien un personaje civilizado, como en «Más allá del río Negro». Que Conan se ponga a hacer tal reflexión y que entre a discutir de filosofía vital con Nabonidus es extraño, no porque Conan no pueda pensar eso (posiblemente lo piensa) sino porque no cree que merezca la pena ni discutirlo, especialmente en esa etapa de su vida, cuando es un joven cimerio que lleva unos pocos años en la civilización. El Conan de La hora del dragón tal vez habría estado de humor para intervenir en esa discusión, pero quizá sus palabras no hubieran sido tan contundentes: a sus cuarenta y cuatro años, el ahora rey de Aquilonia es muy consciente de las muchas cosas positivas que la civilización tiene que ofrecer. Prueba de ello es su defensa del poeta Rinaldo cuando le piden a Conan que lo ejecute:

Un gran poeta es más grande que cualquier rey. Sus canciones son más poderosas que mi cetro, pues casi me arrancó el corazón del pecho cuando eligió cantar para mí. Yo moriré y seré olvidado, pero las canciones de Rinaldo vivirán para siempre.

Pero estoy divagando, me temo.

Quiero decir antes de terminar que los párrafos precedentes no son una crítica al trabajo de Truman como guionista de Conan. Al contrario. Su etapa narrando las aventuras del cimerio para Dark Horse me parece magnífica, especialmente aquella en la que adapta los relatos en los que Conan es rey, ayudado por el dibujo maravilloso de Tomás Giorello.

Volviendo al tema, declaro el entuerto desfecho gracias al interés y las buenas gestiones de Jairo Pinto, al que desde aquí agradezco el que me trajese este pequeño misterio conanesco, que lo resolviese casi enteramente por sí mismo (mi ayuda como mucho sirvió para descartar un par de posibilidades) y sobre todo que me mantuviera al tanto de sus descubrimientos.

La red tiene muchas cosas malas, no hace falta que lo diga. Pero gracias a ella se producen cosas como esta: dos personas que no se conocen, unidas por un interés común, dedican parte de su tiempo a investigar una minucia que para el gran mundo es irrevelante, pero que a ellos los fascina. No diré que compensa por completo todo lo malo que tiene (especialmente todo lo que tienen las redes sociales de terriblemente sesgado, mezquino, partidista y simplificador hasta la nausea), pero ayuda mucho, desde luego.

Reitero por tanto mi agradecimiento a Jairo.

No hace falta que termine diciendo que ejemplos como este nos avisan de lo peligroso que es confiar a ciegas de una cita atribuida a un personaje famoso sin haberla comprobado antes. En este caso es más o menos inofensiva, ya que la frase espuria es coherente con el pensamiento de Howard; en otros, sin embargo, nos presenta visiones muy deformadas de la persona a la que se le atribuye la cita.

Nos vemos en alguna parte de la Era Hibórea, en todo caso. En una buena taberna de Tarantia, por ejemplo.