Mi amigo Sergio Iglesias califica las películas y series de Aaron Sorkin de «porno para guionistas», y no le falta razón. Aclaro, por si fuese necesario, que no es una expresión peyorativa, sino todo lo contrario.

Aunque he disfrutado mucho sus producciones para televisión como El ala oeste de la Casa BlancaNewsroom y, sobre todo, la desgraciadamente semasiado breve Studio 60, es en el cine donde está mi obra favorita de Sorkin.

Algunos hombres buenos, con guion suyo basado en su obra de teatro, está dirigida por Rob Reiner, realizador sólido que pocas veces defrauda, y protagonizada por el trío que vemos más abajo en el cartel (Tom Cruise, Jack Nicholson y Demi Moore) acompañados de secundarios nada desdeñables como Kevin Bacon, Kiefer Sutherland, Kevin Pollack o J. T. Walsh.

En nuestro país la película fue recibida por ciertos sectores miopes de la izquierda con el calificativo de «facha». Al parecer si una obra en la que sale el ejército no deja a la institución como chupa de dómine, solo puede ser porque es de extrema derecha; las personas de izquierdas de verdad, las fetén, las que tienen (y a veces reparten) carnés no pueden ver nada positivo en el ejército, ni aunque sea de casualidad.

No diré yo que Sorkin sea un radical de izquierdas (bueno, para muchos estadounidenses que consideran comunista tener sanidad pública gratuita, seguramente sí), pero está muy lejos de ser de derechas y la visión que ha mostrado una y otra vez de su país, tanto en lo social como en lo político, siempre es crítica. Es, eso sí, la crítica de alguien que en el fondo cree en el sistema y que aspira que a este funcione mejor…o en algunos casos, que simplemente funcione.

Como sea, dejando miopías ideológicas a un lado, Algunos hombres buenos es una película excelente, con una historia dosificada casi a la perfección y un reparto que está siempre brillante (incluido el siempre denostado Cruise, que parece haberse creado un club de antifans bastante nutrido a lo largo de su carrera). Nicholson está contenido en general y solo libera su tendencia al histrionismo cuando es necesario y narrativamente relevante. Quizá el personaje de Demi Moore debería haber tenido más peso y haber sido definido con más detalle, pero en todo caso cumple a la perfección su papel de contrapunto del de Cruise. Y es de agradecer, por cierto, que no se intente en ningún momento meter con calzador una trama romántica entre ambos que no aportaría absolutamente nada a la historia.

La reflexión que la cinta realiza sobre la responsabidad (tanto la individual como la colectiva) y la autoridad y sus límites es pertinente e interesante, y a través de ella se muestran los clarooscuros (sin ensañarse con los oscuros, pero sin regodearse en los claros) de una institución y una estructura jerárquica llena de contradicciones.

Se le podrá achacar (a esta película y a toda la obra de Sorkin) que muestra el mundo y las personas, no como son, sino como deberían ser. Lo cual es cierto. Y necesario, especialmente en tiempos tan tenebrosos como los actuales.