En 1961, en las páginas del fanzine Amra, Michael Moorcock pide una denominación para el tipo de relatos que escribía Howard y sugiere (nunca he tenido claro si por ignorancia o por mala baba[1]) «fantasía épica», término inadecuado donde los haya para describir la narrativa fantástica del autor texano. Leiber responde poco después en la revista Ancalagon y sugiere a su vez «espada y brujería» (Sword and Sorcery), para detallar unos meses más tarde en Amra:
No podría tener más claro que este subgénero debería llamarse «de espada y brujería». Es una expresión que describe de forma bastante precisa el nivel tecnológico y los elementos sobrenaturales de la ambientación y lo separa con facilidad de otros como «capa y espada», que se refiere a los relatos de aventuras de ambientación histórica.[2]
Leiber sabe bien de qué habla; al fin y al cabo lleva escribiendo ese tipo de relatos desde 1939, año en el que publica en las páginas de la revista Unknown el primer cuento protagonizado por Fafhrd y el Ratonero Gris, «Two Sought Adventure»[3], aunque en realidad la creación de los personajes tiene lugar a mediados de los años 30, a raíz de un intercambio epistolar con su amigo Harry Otto Fisher. Así que se puede considerar a Leiber con todo merecimiento, si bien por los pelos, uno de los pioneros de las espada y brujería más que un epígono.
No es el único. Aunque Howard es, hasta donde se puede rastrear, el primero en dar forma el género con el relato «El reino de las sombras» y uno de sus principales y más influyentes autores, no está solo en el empeño.
Contemporáneos suyos como Catherine L. Moore, con su espadachina pelirroja Jirel de Joiry, su marido Henry Kuttner con los relatos de Elak de Atlantis, Clark Ashton Smith con sus ciclos de Hiperbórea o Zothique y el ya mencionado Leiber aportan también elementos importantes al subgénero. Este último, en especial, le dará un toque elegante e irónico que convierte sus relatos en una lectura sumamente gratificante.
Como sea, el nombre propuesto por Leiber cuaja, si bien la tontería esa de «fantasía épica» propuesta por Moorcock se niega a desaparecer y, junto al igualmente inapropiado «fantasía heroica»[4], seguirá dando coletazos por aquí y por allá durante los siguientes años.
Algunos estudiosos de Howard, con Patrice Louinet a la cabeza, abominan de la denominación de espada y brujería:
La etiqueta no es muy útil. El mismo apelativo se ha utilizado para denigrar el (sub)género en su conjunto, en una nebulosa ecuación que pone a todas las obras pertenecientes a esta categoría al mismo nivel, culpables por tanto de falta de sofisticación, ausencia de valor literario y tendencia manifiesta a la misoginia.[5]
Como argumento quizá no sea el mejor. El hecho de que la etiqueta haya sido usada para denigrar al subgénero no la invalida como tal y, en todo caso, es problema quien la usa así, no de la etiqueta.
Louinet propone que califiquemos a los relatos de Howard de fantasía sin más o a veces de «fantasía moderna». Pero si el término «espada y brujería» es, según él, demasiado reduccionista, ¿no es «fantasía moderna» tan amplio que está cerca de carecer por completo de utilidad taxonómica?
Se queja también el estudioso francés de que usar la expresión es meter en el mismo saco las buenas obras de Howard y la basura infecta que sale bajo esa etiqueta a partir de los años sesenta. Sin embargo, la definición de un género se hace teniendo en cuenta sus características estilísticas, temáticas, narrativas… no la calidad de las obras que lo representan. Del mismo modo que hay buenos y malos westerns, buena y mala novela negra, buen y mal realismo mágico, hay buenas y malas obras de espada y brujería. Eso no invalida la etiqueta, como no ha invalidado ninguna de las otras.
A estas alturas supongo que ha quedado claro que estoy a favor de la expresión. Sí, es reduccionista, aunque no más de lo que lo son otras como «novela negra», «realismo mágico», «literatura romántica» o «narrativa histórica». Y es sencilla y fácil de recordar y define con claridad dos de los principales elementos del subgénero: la magia (o algo que pasa por tal) y la ambientación en tiempos pre industriales, ficticios o reales. Si la miramos sin prejuicios veremos que es una etiqueta útil, que es cuanto debería pedírsele a una etiqueta, al fin y al cabo.
[1] Visto lo que pensaba de la obra de Howard, apostaría por lo segundo, pero nunca hay que achacar a maldad lo que se puede explicar simplemente con estupidez.
[2] En Amra. Julio de 1961. Traducción propia.
[3] Retitulado posteriormente «The Jewels in the Forest». Como «Las joyas del bosque», en Espadas contra la muerte. Gigamesh, 2019. Traducción de Jesús Gómez Gutiérrez.
[4] Inapropiados, aclaro, para definir la fantasía de Howard, que es la pretensión de Moorcock. Perfectamente válidos para la de otros autores.
[5] La guía de Robert E. Howard, Patrice Louinet. Spórtula, 2022. Traducción de Rodolfo Martínez. Página 219.